Gibraltar y el Campanar de Ontinyent

Anda España estos días agitada por la sempiterna cuestión del “Gibraltar español”. De la reviscolanza del asunto tiene ahora la culpa el “Brexit”, esa obsesiva querencia de los británicos para des afectarse de Europa. El 25 de noviembre de 2018, se ha firmado el acuerdo para la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Pretendían los británicos, (con Theresa May a la cabeza), llevarse el Peñón, sin más. Menos mal que la diplomacia española, (con Pedro Sánchez a la cabeza), “…ha conseguido una triple garantía en torno a Gibraltar: Los Veintisiete y la Comisión se comprometen a no negociar jamás un acuerdo con Reino Unido que incluya Gibraltar. Además, la negociación de los futuros acuerdos que afecten al Peñón requerirá inexcusablemente el visto bueno previo de España (el País 25-11-18)”.

Lástima que estas garantías no se impusieran en 1713, cuando parecidas potencias europeas, negociaron y firmaron el Tratado de Utrech, la causa de todo este enredo. Aunque en realidad, el origen del conflicto gibraltareño, hay que buscarlo unos pocos años antes.

El problema del Rey

En 1700, si eres el rey de España, no tienes hijos y te mueres, tienes un problema y, además, dejas un lío de tres palmos de narices a todos los que vienen detrás. Esto es lo que le ocurrió a Carlos II. Tras su muerte sin descendencia, las potencias europeas se enzarzan en una feroz guerra para disputar el trono de España. Es la Guerra de Sucesión española. Luchan Luis XIV y los borbones franceses, contra Leopoldo I y los habsburgo austriacos. ¿Y los ingleses, qué? Toman partido por los austracistas con los que forman alianza. Una alianza de la que sacarán provecho cuando se vayan, catorce años después. ¿Les suena?

Pero viajemos en el tiempo un poco más atrás: Ontinyent, 14 de marzo de 1689. El Cabildo inicia las obras de la construcción de la Torre Campanario de la Iglesia de la Asunción de Santa María. En la primera década, las obras van a un ritmo excelente, pero todo se tuerce el 1 de noviembre de 1700, cuando Carlos II muere en Madrid, provocando la mencionada Guerra de Sucesión. Para Europa es una guerra mundial. Para España una guerra civil, pues en realidad se lucha para establecer, o la supremacía centralista que gusta a los borbones, o el estado federal postulado por los austracistas.

Mientras tanto, en Ontinyent continuamos levantando el Campanar. Somos Villa Real y tenemos autonomía para financiar la obra, con la recaudación del impuesto de la Sisa, el verdadero motor económico de la obra. Cuando llega la guerra, la Torre está a medio construir. Imagínensela levantada solo hasta el cuerpo de campanas. En el sur, los ingleses han desembarcado en Gibraltar y se han apoderado del Peñón. En el norte, los franceses bombardean Barcelona. Es tan solo cuestión de meses que la guerra nos caiga encima.

“Bac i límpia”

En 1706, Ontinyent es saqueada dos veces en 15 días. El 25 de abril de 1707, no muy lejos de aquí, se disputa la Batalla de Almansa. “Bac i limpia”. Ganador, el borbón Felipe V. Perdedor, el Archiduque Carlos. Nosotros íbamos con el austriaco y el Campanar de la Vila es víctima de aquella derrota, pues se le proscriben los recursos económicos y permanecerá 38 años in acabado. Al poco de la decisiva batalla, al Archiduque Carlos le llaman desde Austria: su hermano mayor Josep ha muerto y él es ahora el nuevo emperador. Sin dudarlo, se marcha a Viena para lucir la corona imperial. Ya no quiere ser “el pretendiente” a la corona de España y nos deja a todos compuestos y sin novio. También a sus aliados ingleses que, viendo el patio revuelto, apuestan por un final pactado de la guerra, siempre que saquen algo de provecho.

Lo sacarán en el tratado de Utrech de 1713. Gibraltar y Menorca serán el botín de guerra para los ingleses. El borbón Felipe V les entrega gustoso los territorios, a cambio de que le permitan ser rey de España. Al rey no le importa, pues las tierras no eran ni suyas. Curioso: un francés, le entrega a un inglés, lo que es de un español. Y con ello se acabó la guerra. Parece un chiste, pero no tiene gracia. España recuperó Menorca setenta años después, pero Gibraltar acabó mal: nunca más volvió a ser español. Por el contrario, el Campanar de Ontinyent acabó bien. Eso sí: hubo que esperar a que muriese Felipe V. Pero el linaje noble y valiente de las gentes de Ontinyent, consiguió concluir la espléndida Torre que es hoy “El Guardián del Linaje” de los hombres y las mujeres que lo construyeron hace más de 300 años para que se convirtiera en la Torre más alta del Reino de Valencia.

Tuvimos suerte…

En aquella época, los ingleses no vieron al Campanar de Ontinyent. De haberlo visto, quien sabe si lo hubiesen añadido al saco de posesiones que obtuvieron en el tratado de Utrech. Hoy saldríamos en los telediarios, pues se lo estarían disputando en la Comisión Europea, Theresa May y Pedro Sánchez, bajo la atenta mirada de Pablo Casado, Albert Ribera y Pablo Iglesias, siempre dispuestos a arrimar su ascua electoral a las sardinas que, a cuenta del Peñón, todos pretenden pescar permanentemente.